domingo, 3 de julio de 2011

Ciudad de México

              En el borde precario del colapso
llena de malas predicciones de los ecologistas
subsistes y amaneces plena de presagios,
te desperezas con tu magia
en la humedad cuenca del valle en que naciste,
hace quinientos años.

Tu pasado de islote se pierde en el recuerdo
con los ídolos crueles que nunca te han dejado
y esa plancha de asfalto que cree  inmovilizarte
y que no es suficiente para evitar que tiembles.

Cuando tu cielo llora por todos nosotros,
nos infunda el recuerdo lacustre de tu origen.
Enfermos de mal gusto te llaman mancha urbana,
a ti que fuiste  Ciudad de los palacios;
con señorío francés en tus en tus calles de principio de siglo.

Estoica permaneces a pesar del insulto,
del robo, del saqueo, del dolor de tus hijos,
desprecias los peligros como madre abnegada
y sigues dando abrigo a todos los hijos de la patria,
que te anhelan y también te critican, pero medran;
vive aquí el chiapaneco igual que el potosino
en ti encuentran la forma de seguir con su vida,
no olvidan su terruño, pero ya no te dejan.

Tienes algo de mártir que asume su dolor
y en contraste, engalanas tus calles
en septiembre, de fiesta nacional,
y todos soportamos democráticamente los contrastes
de las grandes riquezas de unos pocos
y la pobreza extrema de los muchos;
además, la globalización a que te obliga el tiempo,
ese tiempo que inexorablemente… pasa…

Magnifica ciudad en que se minimiza
el  tamaño de equívocos y errores,
tu aroma es más complejo a finales de siglo,
los retos a que accedes, combaten en tu seno…
y aún al borde del peligro, tus hijos
aquí estamos presentes y te amamos.

Silvia Dufóo, 1999.

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